sábado, septiembre 12, 2009

DECISIONES


Otro día más como los anteriores, no tenía ganas de salir para la fábrica.
Hacía muchos que, aunque caía destruido temprano en la noche, me despertaba cansado al amanecer.
Daba vueltas y vueltas en la cama, intentaba inútilmente volver a dormir, y finalmente, me levantaba agotado, como si hubiera pasado la noche en velo.

Esa mañana como todas, entré a la habitación de Ismael a darle los buenos días y él, ya en la alfombra, como siempre, gateando con mucha dificultad, intentaba de forma insistente alcanzar la lámpara de pececitos que estaba sobre el mueble de colores; el que yo había pintado cuando decoramos la habitación. Esa lámpara era un objeto de deseo inalcanzable para él, quien, curioso, siempre hacía innumerables intentos de llegar a ella.

—Pa-pá…

Se volteó con impotencia hacia mí, buscando ayuda y al obtener solamente una sonrisa como respuesta, me miró con cierta indignación, que le duró un segundo. Luego, derivó su atención a los cubos coloridos que estaban esparcidos por todo el piso, y se movió torpemente hasta el rojo.

"Es dulce, pero terco", pensé.

Sus ojos grandotes y negros, como dos bochones, me recuerdan a Ana. Y su sonrisa, que abriéndose de oreja a oreja forma esos pocitos en las mejillas, junto al brillo de su mirada, hace traslucir esa fuerza y alegría, igual que ella.

Recuerdo aquellas veces que en la cama, descalzos los dos, nos divertíamos con la idea de que nuestros hijos, tendrían pies tan feos como los nuestros.

"Pobre Isma, realmente sus piecitos son horribles", me dije sonriendo.

La extraño. Intento tener presente todas sus indicaciones y consejos, pero temo olvidar algo. Temo que al pasar el tiempo se desvanezcan tantas risas. Tanto amor.

Ismael a mis pies tira de mi pantalón. Me acuesto en el piso, lo tomo en mis brazos y le hago cosquillas. Él ríe a carcajadas, como lo hacía ella. Lo amo.

Agradezco a Ana una vez más aquella decisión.

Una lágrima cae por mi mejilla, y me avergüenzo, ya que ella siempre se burlaba de mí, cariñosamente, por ser demasiado emotivo.

Isma, sobre mi pecho, balbuceando otro papá, me toca el cachete, como si supiera el significado de esa gota, que ya no está.

Lo abrazo. Volvemos a jugar.
Imagen prestada de:

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