lunes, agosto 31, 2009

Tormentas - 2009

A medida que iba cayendo la tarde la sombra de la tormenta que se aproximaba iba cubriendo toda la playa.
Desde la ventana del rancho podía ver los relámpagos que azotaban el mar.
Nos habíamos escapado los dos. Nos habíamos escapado de la vida y estábamos allí, por única vez, juntos.
Ana preparaba un chocolate y el aroma envolvía todo el lugar.
El ruido de la leña crujiendo en la estufa mezclado con los truenos y el viento, eran la banda sonora de nuestro corto metraje.
Yo, recostado en el vidrio del enorme ventanal no podía dejar de mirar el mar revuelto que arrullaba mis temores, mis imposibles deseos de secuestrarla allí para siempre.
Solamente quería detener el tiempo, que todo sucediera en cámara lenta para que la hora de volver nunca llegara.
Había especulado tanto este momento y ella era tan más irreal de lo que había imaginado todo este tiempo que quería mantenerla lejos, para recordarla así, siempre.
Ella, desde la cocina, con la tasa caliente de chocolate entre sus manos, se quedó parada, con una sonrisa apenas dibujada y sus ojos negros profundos, maduros.
Yo me quedé recostado en el vidrio mirándola, solo mirándola, inseguro.

domingo, agosto 30, 2009

Empatía

El agua estaba revuelta y gris.
El día estaba nublado y el viento fuerte inclinaba las palmeras al borde del río, pero hacía mucho calor y por alguna razón que no era meteorológica, se sentía ideal para un almuerzo al aire libre.
Cristina y Juana sacaron la bolsa con los refrescos y la comida del auto, las plegables y servilletas, y se instalaron bien cerca de la orilla.
—Me pasas el vaso. ¿Qué preferís, coca o jugo de naranja?
—Jugo—respondió Juana, que había estado muy silenciosa los últimos días preocupando un poco a su amiga
—Hace pila de calor, ¿por qué no aprovechas y te sacas el pañuelo?
—Me da un poco de vergüenza, no sé, ¿te parece?
Ah! Juana, dejate de joder, vas a transpirar como un chancho pelado por la gente, ¿desde cuándo te importa la gente? ¡Además no hay casi nadie!.
Juana se desató el pañuelo más por complacer a Cristina la terca, que por estar convencida ella, dejando al descubierto su cabeza completamente pelada. Pero se sintió aliviada al sentir el viento refrescante y le dio la razón, aunque solo en su mente.
—Sos cruel Cris, “chancho pelado”, ¿no es un poco fuerte?.
Cristina tocó la bocha de Juana, golpeteando con la palma de su mano —Para la suerte, tocando a un pelado…
Juana rió a carcajadas, empujando la mano de su amiga que se hacía a la seria, aunque dijera el peor disparate.
Y el sol empezaba a brillar, caliente entre las nubes que le abrían paso.

Sotes

La luz estaba tenue, el lugar aún vacío.
Sobre una de las mesas, en un rincón cerca del baño estaba ella, sentada.
La caja de zapatos forrada con papel de regalo rojo, con maripositas amarillas dejaba ver viejos sobres, fotos deterioradas, y una flor seca.
Ella tomó entre sus manos un carné celeste, de los que se usaban hace treinta años en la primaria, con el rostro de Artigas en la tapa.
Sonrió mirando los sobresalientes en cada uno de los casilleritos correspondiente a cada asignatura. Sus ojos brillaron con la alegría de aquella niña inteligente que siempre había obtenido las máximas notas con el mínimo esfuerzo. Sonrió sintiéndose exitosa, sonrió saboreando el triunfo de haber sido la mejor, siempre.
Jorge, detrás del bar la miró con ternura.
Ella bebió de un sorbo el vasito de grapa miel, lo miró y levantó el vaso, pidiendo más, con amabilidad, con afecto.
De la cajita sacó fotos y pasó una a una, deteniéndose como siempre en la misma, y apoyando como siempre la palma de su mano sobre la imagen, como queriendo contactar los calores y los afectos que aquella foto le regresaba.
Se tomó de un sorbo la segunda servida de grapa y miró a Jorge, con una sonrisa.
Le hizo una guiñada y él le sonrió con complicidad.
Ella miró la hora y rápidamente guardó la foto en la caja, abrió el carné nuevamente y sonrió feliz, por su incuestionable inteligencia.
Respiró hondo, llenó sus pulmones de fuerza y se paró.
Caminó elegante hasta la barra y bebió la tercera servida de grapa que ya estaba allí, para ella.
Le dejó la caja a Jorge que la guardó debajo de un cajón de cerveza, como siempre.
Se desprendió el tercer botón de la camisa blanca transparente, se subió las medias caladas negras, respiró hondo, se inclinó, acomodándose la micromini, subiéndola un poquito para dejar al descubierto parte de sus firmes muslos, y caminó altiva hacia la calle, con su mentón levantado, y sus pulmones llenos de fuerza.

Quien sabe son versos, no sé

MUROS - 2000

Conexiones…
extrañas conexiones

de este mundo
de esta vida.
conexiones

que se descubren en una mirada
con muros de por medio.
esas miradas

de este mundo,
que no generan puentes,
sino desfiladeros profundos…
que separan 

y limitan.
conexiones impalpables,
pero densas
que no unen
que espesan los espacios,
haciéndolos muros

infranqueables,
que se desean profundamente derribar
pero nunca se intentaran cruzar



PARTIR - 2005


Despegue

volé 
y volví.
Me sumergí 

respiré.
y salí.
Enterré el pasado,

lo rescaté 
y olvidé.
Rememoré 

soñé 
y reí.
Y ahora aquí

 en la nada me quede,
No me fui.
No se que armas tengo,

ni para que sirven,
ni que decir.
Y aquí estoy,

 día a día,
 esperando nada de la nada.
y

como un novato
inexperto
que por ensayo y error,
erra más de lo que ensaya.
tengo al  fin que admitir,
que no se ya 

como vivir.