martes, diciembre 29, 2009

Laila de Maia - como la vi


Una joven alta, delgada, morocha, sonriente, estaba sentada frente a una piscina de niños, chica, plana, con agua fría. Ella, estaba en esa transición en la que no sabes si quieres ser niña o mujer, y observaba la chatura del agua, la insipidez de la poca profundidad.
Estaba muy vestida, se cubría hasta el cuello con un rompe viento gris y estaba casi tirada en un banco de hormigón frío, aburrida, fastidiada.
Miró el muro a su izquierda y la curiosidad de saber que había más allá de él, la hizo estirar su cuello para mirar.

Del otro lado vio una piscina enorme, profunda, de adultos, climatizada, con gente interesante nadando y bañándose en esas aguas.

Se levantó y caminó bordeando el muro unos metros siempre mirando hacia allí.

El vapor que subía como nube blanca delataba el calor del agua brillante y celeste que parecía invitarla.

Hacía frío y ella deseó con su piel y su estómago, profundamente, sumergirse en esas aguas.
Se acercó un poco, tímidamente al borde, temerosa, dudando, temiendo a la profundidad.
Finalmente no resistió y corrió a quitarse la ropa gris.

Al volver ya deseosa de zambullirse, el camino hacia la piscina se había transformado en una obra destruida, con montículos de tierra, pilas de ladrillos y vigas por las que tuvo que pasar haciendo equilibrio. Se sostuvo, se inclinó, se apoyó casi en el piso, pero no perdía de vista la piscina tibia, deseo desesperado de su piel congelada.

Fresca y feliz, plena, llegó al borde finalmente y caminó por él como si fuera la pasarela de su triunfo.

Entusiasmada y segura se subió al trampolín, y saltó un clavado hacia el agua profunda y cálida.

Sintió el calor envolviéndola lentamente como si el tiempo se hubiera paralizado, primero sus manos, sus brazos, su cabeza hasta envolver totalmente su cuerpo y entibiarlo.

Se hundió hasta el fondo, giró su cuerpo y regresó lentamente a la superficie. Al salir sacudió su pelo largo y miró alrededor, serena, feliz.

Miró hacia una esquina de la piscina y allí estaba una mujer negra, grande y robusta, sentada, observando sus movimientos, solo observando y la joven se sintió en paz…

(continúa Maia, pero fue censurado por mi autocrítica)

2 comentarios:

  1. Laurel, me emociona que algo de mi haya pasado a ti de una manera tan hermosa. No te censures, seguila. Quisiera ver como termina. Para censuras, alcanza conmigo.
    Un abrazo ENOOOORME.

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  2. Maia, es que se volvió un poco mundano al final...
    Besos y feliz año desde aquí! Muy feliz año!

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