miércoles, diciembre 09, 2009

Estrella


Tímida y libre, ella brillaba,
su piel era dorada,
aunque cerraras los ojos para mirarla.

Sus ojos sonreían siempre,
como si la vida fuera un parque de diversión,
como si el momento fuera un chiste.

Me miró unos instantes… como a todos.
Siempre a los ojos, con los ojos entrecerrados por la risa permanente,
evidenciando los surcos de los años,
que en nada habían amainado el hambre de vivir.

Y al mirarme, como a todos,
me vi en sus ojos, sintiéndome único, como todos,
pues ella nos trataba como si fuéramos irrepetibles,
hombres y mujeres trascendentes. Y quise ser
único, no como todos.

Pues cada historia tomaba un valor especial,
la de cada uno, en sus oídos interesados, curiosos.
Y ella iba y venía entre nosotros,
hombres sintiéndonos que en algún lugar, en alguna vida,
pudimos ser merecedores de su dulzura, de su amor,
casi disponible, casi nuestro, pero inalcanzable.
Como ella.

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