Hay un instante en la vida, después de una puerta, en que ya no importa la seducción, palabras interesantes, intelectos elocuentes, misterios premeditados. Un segundo donde se desvanece el esfuerzo por dejar huella y la trascendencia se transforma en un chiste hilarante.
Un instante después del que ya no importa si encontramos el laberinto exacto para mantener prisionera la atención de ese otro que emborracha nuestros sentidos, que enloquece nuestros latidos, porque se SABE que si allí tiene que estar, allí estará, y es válida la viceversa.
Un momento vital, chiquito, límite, sin retorno, después del que pierden valor para siempre en la forma de movernos, los silencios estratégicos y las vanidades propias reflejadas en ecos ajenos. Un segundo en que el hambre se transforma en opulencia, las palabras y la risa ya no buscan consecuencias, y el Amor se anima a salir, libre, siempre, sin neurosis, tan tierno!!!, tan simple!!!, tan llano!!!
Justo en ese instante en la vida,
dejamos de ser interesantes para el mundo.
Y tampoco importa.
Porque deja de ser necesario mentir
para sobrevivir.
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