lunes, agosto 31, 2009

Tormentas - 2009

A medida que iba cayendo la tarde la sombra de la tormenta que se aproximaba iba cubriendo toda la playa.
Desde la ventana del rancho podía ver los relámpagos que azotaban el mar.
Nos habíamos escapado los dos. Nos habíamos escapado de la vida y estábamos allí, por única vez, juntos.
Ana preparaba un chocolate y el aroma envolvía todo el lugar.
El ruido de la leña crujiendo en la estufa mezclado con los truenos y el viento, eran la banda sonora de nuestro corto metraje.
Yo, recostado en el vidrio del enorme ventanal no podía dejar de mirar el mar revuelto que arrullaba mis temores, mis imposibles deseos de secuestrarla allí para siempre.
Solamente quería detener el tiempo, que todo sucediera en cámara lenta para que la hora de volver nunca llegara.
Había especulado tanto este momento y ella era tan más irreal de lo que había imaginado todo este tiempo que quería mantenerla lejos, para recordarla así, siempre.
Ella, desde la cocina, con la tasa caliente de chocolate entre sus manos, se quedó parada, con una sonrisa apenas dibujada y sus ojos negros profundos, maduros.
Yo me quedé recostado en el vidrio mirándola, solo mirándola, inseguro.

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