martes, febrero 11, 2014

Otrora

Un día el mundo dejó de ser inocuo
el abrazo no fue  refugio
los  recaudos superaron de golpe a  la inocencia.

En el recelo
el mundo de adentro  se comió  al de afuera bloqueando los sentidos
la niñez ya no olió a tierra mojada 
se taparon la boca las chicharras 
y los nísperos dejaron de ser motivos de escaladas

todo fue quedando tenue
los colores agrisados
la piel empezó a esquivar la protección
y matando la libertad de la sonrisa
creció la fe
de que cualquiera podría teñir su blancura en las  tinieblas solitarias de un  verdugo

un animal salvaje y rebelde fue saliendo de su carne
y,  apoderándose de su forma,
el  miedo en su máscara sonriente mató al deseo de cariño
mutándolo en estado de guerra
estado de guerra perpetuo 

sábado, febrero 08, 2014

Distracciones

Los cubiertos suenan en la cocina.
El cocinero grita avisando que hay platos prontos.
Las voces como nube densa.
El foco de luz sobre mi mesa.
Esta soledad histérica intentando coquetearme.
- Quiero ser triste - me dice - aunque sonrías.
- Y quiero ver tu cansancio, aunque no pares.

Me tomo un trago del jugo de naranja artificial con gusto a conservante.
Es un amarillo limón.
La ignoro.
Pero ella insiste.
- No me podés ignorar, necia, me tenés grabada en la genética.
- Te seguirá doliendo el desamor o la falta de amor.
Me pregunto de qué habla, si son diferentes, o si son lo mismo. Mi ignorancia no me deja descifrarlo y la vagancia me impide investigar.
La ignoro, y mastico un trozo de pan. La nube de voces se hace más presente y la soledad se indigna por mi irreverencia pasiva, pero por un segundo me atrapa. Me hace querer huir como siempre, y llegar al abismo de mis miedos. Taparme con ellos como con aquel acolchado que guardo en el ropero, en casa, ese que me conoce tan bien, de tantas caídas.
Pero al instante la nube de voces y el sabor sintético del jugo me distraen, o me salvan, y a pesar del intento por caer y llorar, sonrío.

domingo, febrero 02, 2014

PUERIL



Me diste ganas de escribir distinto, me diste. Me diste sentir esta correntada de inocencia por mis venas. Ganas de estar húmeda de euforia feliz.
Me diste, me diste segundos de curiosidad.
Esa profunda y segura curiosidad que solo me dan los mundos ilusorios de un pasado milenario y añorado, donde la vida era más que materia.
Me diste el dibujo de una sonrisa en mi cara, sin verla.
Una sonrisa de esas, de niña traviesa. Tan educada.
Me diste olvidar el cansancio y voluntad de jugar a la mancha o al escondido de nuevo,
pero con estos ojos y oídos de hoy… que ya no tienen miedo.
Me diste querer mojarme en la lluvia, en conciencia, desestimando la ropa o el pelo.
Me diste una linterna en una noche de campamento, donde la oscuridad solo es
el puente a la imaginación de un alma niña, que no conoce el dolor.
Me diste.