lunes, abril 26, 2010

Ambigüedad


La playa solitaria y amplia
la atemorizaba.
Los pies descalzos y libres
sentían el calor de la arena
abrasada por el sol.
El vapor tibio se podía palpar
en ese instante, si estiraba la mano
y se animaba a intentar.
Miró a lo lejos el infinito.
Allá, perdido en el océano…
Y se sentó al borde de esas olas
que traían murmullos
de promesas
de pasiones
que incendiaban
su deseo.
Al borde de esas olas
Que devolvían al mar
Sensaciones
Reprimidas
Por la cotidianeidad.
Sensaciones
Abandonadas a la muerte
En algún lugar del pasado
Que no puede olvidar.

Sin despertar


Abre los ojos, y por minutos eternos
el techo blanco... y frío...
sobre su cuerpo,
la mantiene inmóvil.
El techo blanco, y vacío…
Como ese espacio, vacío,
entre su cuello, y su vientre.
Vacío y frío.
Y con los ojos abiertos y el alma en blanco,
vuelve a cubrirse con la frazada tibia,
arropando la ilusión,
de que su corazón al fin,
no se sienta ni tan frío,
ni tan blanco,
ni tan vacío.